lunes, 25 de agosto de 2008

Argumentos mas que suficientes para revocarle el mandato a Calderó

Una reconciliación muy difícilJamás un artículo mío había suscitado tantas respuestas como el de la semana pasada. Parece que toqué una fibra sensible en mis lectores, la ruptura con gente cercana por la rivalidad política. Varios lectores me han pedido que les aclare por qué veo difícil una reconciliación.El agravio que nos distanció fue la elección injusta y fraudulenta de 2006. Aun muchos calderonistas están de acuerdo en que fueron inequitativas. Este agravio pudo resolverse haciendo un recuento “voto por voto”. Calderón y su gente se negaron, temerosos “de lo que se podría encontrar”.Durante el cada vez más difícil gobierno de Calderón pudieron hacerse reformas que disminuyeran la tensión: garantizar una auténtica renovación del IFE. Revocar las peores políticas de Fox. Atacar a la impunidad. Detener la campaña del odio. Nada de eso se hizo. El cerco mediático contra nosotros es indigno de una sociedad democrática. Las calumnias y las mentiras y medias verdades son la política de comunicación del gobierno. En cambio, AMLO tomó una actitud pacifista y civilizada frente al atraco. Su respuesta fue no violenta. No expuso a la gente a la represión, pero tampoco quebrantó el orden público. Es un auténtico opositor democrático, como lo ha demostrado al frenar la reforma petrolera.Calderón apostó al aniquilamiento de AMLO y no ha cejado. Ha intentado dividirnos, amedrentarnos, desprestigiarnos, acorralarnos, pero no ha podido impedir que nuestro movimiento crezca, se prestigie y se articule como empieza a percibirlo gran parte de la población.La reconciliación también es difícil porque no existen intermediarios que pudieran acercar a las partes en conflicto. Los mega empresarios que deciden por la clase empresarial empiezan a tener terror ante la violencia; pero no se atreven a aceptar que ésta es consecuencia de una política económica que sólo a ellos les ha beneficiado. No servirían como puente. La Iglesia apoyó descaradamente a Calderón y no tiene credibilidad para nosotros. Los intelectuales que en el pasado desempeñaron el papel de interlocutores están tan divididos como el resto de la población. Es casi imposible encontrar un grupo grande que fuera aceptable para todos.La esperanza de un acuerdo no está en conversaciones que por ahora son imposibles: lo único que puede conmover a la reacción es una gran crisis. Y ésta por desgracia está en curso. Calderón y sus aliados la están propiciando al acumular errores y al no revertir una tendencia que está destruyendo las bases mismas de la gobernabilidad. Son los hechos duros, la terca realidad la que obligará más temprano que tarde a una rectificación mayor a los reaccionarios que están en el poder.
Jorge Zepeda PattersonRehileteEl Universal 24 de agosto de 2008
Dos predicciones, una propuesta
En 2012 Felipe Calderón entregará el poder a un gobierno priísta
La reciente cumbre contra la inseguridad tiene nulas posibilidades de resolver el problema de la impunidad En 2012 Felipe Calderón entregará el poder a un gobierno priísta. Entre otras razones porque habrá fracasado en sus promesas de reducir la inseguridad. Estas dos son predicciones respecto a las que uno desearía equivocarse, pero lucen inexorables. Durante 50 años el PAN hizo una bandera política de la crítica a la corrupción priísta; después de 12 años de gobernar en Los Pinos no sólo habrá desperdiciado la ocasión de hacer algo al respecto; habrá diseminado este cáncer crónico. La cumbre contra la inseguridad de esta semana tiene nulas posibilidades de resolver el problema de la impunidad. Vamos, la mitad de los firmantes del acuerdo tendrían que estar en la cárcel si las leyes se cumplieran en este país ¿Qué podemos esperar de un pacto firmado por Mario Marín, Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y una docena de gobernadores que ejemplifican, justamente, la vigencia de la impunidad?
Para no ir más lejos, uno de los gobernadores designados para hablar en el acto, como Marco Adame Castillo, de Morelos. En abril de 2006 José Luis Adame Castillo y su hijo Luis Daniel Adame Tapia fueron detenidos, luego de que un ladrón de autos los señaló como sus cómplices. Unas horas más tarde fueron liberados, al conocerse el parentesco con el entonces candidato a la gubernatura del estado de Morelos. Seis meses después, uno de los agentes que participó en la detención recibió una sentencia de 13 años de cárcel, “por abuso de autoridad”, y otros ocho policías más de cinco años. Para entonces Marco Adame Castillo, hermano y tío de los detenidos, ya era gobernador de la entidad. Son estos los mandatarios que ahora exigen honestidad a las policías.
El acto mismo de la “cumbre” derrocha hipocresía. No nos engañemos. Alejandro Martí habla “en nombre de la sociedad civil” porque pertenece a la élite empresarial del país. Mis respetos para un padre de familia que perdió a su hijo en esta tragedia; enhorabuena por su valor para expresar indignación y rechazo ante la negligencia de la autoridad. Pero la señora Miranda de Wallace, que perdió al suyo en condiciones similares, no recibió la atención presidencial, mucho menos las víctimas anónimas de cada día.
La cobertura de Televisa a las palabras de Martí opacó discursos de los mandatarios federal y estatales. “Si no pueden, renuncien”, fue frase aclamada como muestra del “empoderamiento” de la sociedad ante los políticos. Por supuesto que no hay tal. La clase política simplemente está respondiendo, como siempre, a la llamada de exasperación de los dueños del dinero. Por fortuna para toda la sociedad, en esta ocasión su exigencia coincide con la de todos. Pero tampoco podemos ser optimistas al respecto; tengan por seguro que la única meta que habrá de conseguirse es la reducción del número de secuestros, verdadero terror de los empresarios, y quedará intocado el tema de la inseguridad.
Si Calderón va a perder, ¿por qué no hacerlo con dignidad? Ahórrese las cumbres, Presidente: haga de la Secretaría de la Función Pública una aspiradora de la cloaca gubernamental, dedique el capital político que le queda a dar algunos quinazos, a forzar la salida de un par de gobernadores sátrapas, a procesar a media docena de panistas corrompidos. Antes de sanear las filas de las policías tendría que comenzar por sanear las filas de sus verdaderos jefes, esos que asistieron a la cumbre del jueves pasado.