viernes, 7 de noviembre de 2008

Nadie pudo anoche desvanecer el tufo de atentado. Ni siquiera el explicablemente dolorido Felipe > Calderón, que alentó claves de maquinaciones oscuras al dar un breve mensaje mediático en el que > no asumió el presunto accidente aéreo como un lamentable suceso que por no tener implicaciones ni > significados ocultos o de reto al poder habría de agotarse en sí mismo, en el natural cumplimiento > de rituales íntimos y de exaltaciones públicas, sino que lo convirtió en motivo de acicate, causa > de endurecimiento verbal y anuncio de decisiones por tomar. Enfoque ajeno al contexto llano de un > mero accidente, razonar apresurado (y, por ello, altamente demostrativo de que en esa cúpula > tocada ya se tenía información grave dos horas y media después de la caída del jet oficial) y > respuesta aguijoneada en función de combates tan fieros que llegan a causar bajas en el entorno > más cercano, en el entorno que es escalón antes de llegar a la cúspide, en una espiral creciente > de confrontaciones y atentados que se nutre de la guerra sin sentido al inextinguible > narcotráfico, de las peleas mercantiles por riquezas petroleras y de las fieras batallas internas > por la riqueza derivable de cargos públicos y postulaciones. > > > Golpes secos al centro del poder (mucho más que la detonación de granadas a unos metros de algún > balcón de gobierno, en este caso, michoacano). Juan Camilo Mouriño fue pieza fundamental de la > consolidación del calderonismo, acompañante en el desierto al que Fox desterró a su entonces > secretario de energía y confidente de absoluto poder íntimo tanto en los tiempos difíciles de la > campaña electoral que no creció, de los resultados que una parte de México no aceptó y combatió, y > en el diseño de los planes reformistas más controvertidos, como el petrolero en el que > comprobadamente el entonces secretario de gobernación tenía conflicto personal y familiar de > intereses. Mouriño que había redoblado recientemente su escolta personal y según versiones > palaciegas estaba por dejar Bucareli, cumplido supuestamente el encargo de negociar la reforma > petrolera que no fue tan privatizadora como él y su amigo Calderón pretendían pero que sin lugar a > dudas dejaba resquicios suficientes para colar los intereses mercantiles de las familias > gobernantes a través de empresas amistosas y compartidas, sobre todo de España, la tierra natal de > quien se habilitó la ciudadanía mexicana mediante documentaciones a modo para llegar a Gobernación > y, antes de que estallara el escándalo de las firmas desde cargos oficiales en negocios > familiares, soñar con la posibilidad de ser el candidato de Los Pinos a la sucesión de 2012. El > trágico cierre del escabroso ciclo político del personaje más cercano a Calderón se produjo en el > contexto de un peculiar proceso de enrarecimiento de su entorno, tanto las filtraciones de > funcionarios que aseguraban que la salida de Mouriño de Bucareli era cuestión de pocos días (se > decía que ni siquiera estaba yendo ya a su despacho) como la extraña defensa de los secretos de su > padre, Manuel Carlos Mouriño, ante una acusación de lavado de dinero que habría llevado a una > acomedida PGR a solicitar un amparo que acabó avivando el tema. > > > Santiago Vasconcelos, por su parte, era el hombre de la convergencia binacional de intereses en > materia de narcotráfico. De larga trayectoria en la procuraduría federal de justicia, había ganado > la confianza de las autoridades estadunidenses que al apoyarle le ayudaban a mantenerse en cargos > fundamentales de la lucha mexicana contra el narcotráfico. Él, junto con Jorge Tello Peón, formaba > una reserva que Calderón podría utilizar en caso de que se agravaran los conflictos entre el > procurador Medina Mora y el secretario de Seguridad Pública, García Luna, y de que las políticas > oficiales de supuesta confrontación del negocio de las drogas siguieran produciendo derrotas y > desánimo apenas disfrazables mediante decomisos y detenciones de medio pelo y espots de presuntos > triunfos y avances heroicos e históricos. La caída de Santiago Vasconcelos representa, sin lugar a > dudas, ganancias para determinados personajes del tinglado calderonista, y dará elementos de > presión a los gringos suministradores de millones de dólares mediante la Iniciativa Mérida que si > no cuenta con mexicanos "de confianza" en la plantilla oficial habrá de ser manejada mediante > celosos y excluyentes oficiales extranjeros.