lunes, 18 de mayo de 2009

POR AMOR A LA TIERRA‏

Por amor a la Tierra. Premio ambiental a un indígena oaxaqueño: Jesús León Santos

Pocos lo saben, pero existe un premio tipo "Nobel" de Ecología.Este año lo ha ganado Jesús León Santos, de 42 años, un campesinoindígena mexicano que lleva realizando, en los últimos 25 años, unexcepcional trabajo de reforestación en su región de Oaxaca, México.El nombre de la recompensa es "Premio Ambiental Goldman"http://www.goldmanprize.org/theprize/ about_espanolFue creado en 1990 por dos generosos filántropos y activistas cívicosEstadounidenses Richard N. Goldman y su esposa Rhoda H.Goldman.Consta de una dotación de 150.000 USD ($2,154,000 M.N.) y se entregacada año, en el mes de abril, en la ciudad de San Francisco,California (Estados Unidos).Hasta ahora ha sido otorgado a defensores del medioambiente de 72países. En 1991, lo ganó la africana Wangari Maathai, quien luegoobtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2004.A Jesús León Santos se lo han dado porque, cuando tenía 18 años,decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la "tierradel sol". Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos ypolvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos.Había que recorrer grandes distancias en busca de agua y de leña. Casitodos los jóvenes emigraban para nunca regresar, huyendo de semejantespáramos y de esa vida tan dura.Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo dereverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas agrícolasprecolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos paraconvertir tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas.¿Cómo llevar el proyecto a cabo? Haciendo revivir una herramientaindígena también olvidada: El tequio, el trabajo comunitario noremunerado.Reunió a unas 400 familias de 12 municipios, creó el Centro deDesarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, conrecursos económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batallacontra la principal culpable del deterioro: la erosión.En esa región Mixteca existen más de 50.000 hectáreas que han perdidounos cinco metros de altura de suelo desde el siglo XVI.La cría intensiva de cabras, el sobre pastoreo y la industria deproducción de cal, que estableció la Colonia, deterioraron la zona.El uso del arado de hierro y la tala intensiva de árboles para laconstrucción de los imponentes templos dominicos, contribuyerondefinitivamente a la desertificación.Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación.A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de lasescasas lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeronabono y plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil.Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzotitánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles deespecies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción deagua.Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidadesindígenas y campesinas, la soberanía alimentaria.Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin usode pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillasnativas del maíz, cereal originario de esta región.Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el cajete,que es de las más resistentes a la sequía.Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época más seca delaño, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluviascrece rápidamente.Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy laMixteca alta está restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgidomanantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no emigra.Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, ysiembran unos 200.000 árboles anuales.Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación.Con la madera de los árboles se ha podido rescatar una actividadartesanal que estaba desapareciendo: la elaboración, en talleresfamiliares, de yugos de madera y utensilios de uso corriente.Además, se han enterrado en lugares estratégicos cisternas deferrocemento, de más de 10,000 litros de capacidad, que tambiénrecogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidadesvecinas, que también han creado viveros comunitarios y organizantemporalmente plantaciones masivas.
Premio Goldman para Jesús León Santos
El Nobel ambiental a un indígena mexicano
Cada 20 de abril, con motivo del Día de la Tierra, la comunidad ecologista internacional entrega un reconocimiento a héroes populares del ambiente de los seis continentes, que laboran para mejorar su entorno, incluso a riesgo de sus vidas. Este año la presea fue para un campesino mixteco.
· 2009-05-03• Milenio. Fin de Semana
“Cuidar la tierra, quererla… si la tierra es la creadora de la vida, hay que cuidarla y hacer mucho por ella”, recomienda León Santos. Foto: Especial
Más bien me quiero referir a una buena influencia, la de un mexicano, mixteco de 42 años: el indígena Jesús León Santos, quien fue merecedor este año en el Día de la Tierra al Premio Goldman 2008, considerado uno de los máximos galardones al mérito por el activismo ambiental.

El Premio Ambiental Goldman, considerado la más alta distinción en la materia, fue creado en San Francisco, en 1990, por dos líderes cívicos y filántropos estadunidenses, Richard N. Goldman y su esposa ya fallecida, Rhoda H. Goldman, y desde entonces se ha otorgado a 127 personas de 72 países. En 1999 lo recibió otro mexicano, el indígena tarahumara Edwin Bustillo, así como Rodolfo Montiel (2000), campesino ecologista del estado de Guerrero (que estuvo preso injustamente) e Isidro Baldenegro (2005), de la sierra tarahumara.

Nativo de Santiago Tilantongo, en el distrito oaxaqueño de Nochistlán, Jesús León Santos sintetiza la terrible diáspora de centenares de familias mixtecas que, a causa de las condiciones de erosión y de devastación histórica de sus tierras, debieron abandonar la región en busca de alternativas para sobrevivir.

La mixteca, explica León Santos, ha sufrido desde tiempos de la colonia diversos embates ambientales. La tala de árboles, junto con las fábricas de cal que sirvieron para erigir los diferentes templos de la orden dominica, la revolución verde con sus pro y contras, los programas de extensionismo de la década de 1970 que difundieron el pastoreo de cabras en diferentes localidades, así como la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con la introducción de maíz transgénico. Todas esas prácticas fueron minando los suelos de la región. La misma Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) reporta que son más de 500 mil hectáreas las erosionadas en la mixteca.

Lentamente, el paisaje se fue transformando en un paraje similar a las imágenes selenitas. Muy pronto la erosión, la salinidad de los suelos y la dependencia económica a través de los créditos de avío (agrícolas) empobrecieron a sus habitantes y se convirtieron en el pivote de fuertes fenómenos migratorios, ya sea de carácter pendular, rural-rural o regional, transnacional y translocal.
Don Jesús no se libró de esta práctica y de joven tuvo que viajar al Distrito Federal a emplearse como albañil, sin un lugar donde residir más que en las obras en construcción.
Estas mismas condiciones de sobrevivencia despertaron en él la inquietud y la motivación para revertirlas, y que sus hijos no tuvieran que enfrentarse al mismo destino, por lo que regresó a su tierra y ahí conoció a unos guatemaltecos que le enseñaron, a través de técnicas agrícolas precolombinas, a transformar esos parajes erosionados en zonas arboladas reverdecidas por el ocote y el helite, árboles que son orgullo de esa zona mixteca.

Ellos, dice, le despertaron su vocación por lo ambiental, “cuidar la tierra, quererla… si la tierra es la creadora de la vida, hay que cuidarla y hacer mucho por ella” (entrevista con Matías Pedro, abril de 2009).

A pico y pala
Fue a pico y pala, mediante esfuerzos colectivos, que Jesús León Santos congregó a más de 400 campesinos indígenas de 12 comunidades de los municipios de Santiago Tilantongo, Magdalena Jaltepec, San Francisco Jaltepetongo, San Pedro Coxcaltepec y Asunción Nochistlán.

En 1997 formaron el Centro Integral de Desarrollo Campesino (Cidecam) y deciden emprender la titánica labor de reforestar 400 hectáreas. Esto fue posible gracias a que en nuestros pueblos indígenas aún se preserva la importante tradición del “tequio”, que junto con la de mano vuelta o las mayordomías refuerzan su sentido de pertenencia e identidad. Son prácticas en donde los comuneros se integran a las diferentes labores de forma colectiva y como un trabajo comunitario no remunerado.

Así volvió a renacer en esa región el que fuera un bosque templado, según indica el Códice Nutall. Hoy de nuevo corre el agua por los manantiales y surgen nuevos nacimientos de agua. Cada año, los indígenas del Cidecam siembran cerca de 200 mil árboles, y han logrado acuerdos importantes de autonomía con la Comisión Nacional Forestal de la Semarnat. Todo recurso que ingresa a través de los programas de empleo temporal o en calidad de pago por servicios ambientales es canalizado por las asambleas comunitarias ya sea para la instalación de agua potable, compra de camiones de volteo o la creación de viveros.

En estos momentos de emergencia sanitaria en México, rescatar esta experiencia, premiada el 17 de abril con motivo del Día de la Tierra, es un acto doblemente esperanzador para recuperar una actitud más fresca hacia lo verdaderamente esencial de la vida, convocar a no perder como mexicanos nuestro gran sentido de solidaridad, repensar nuestros hábitos de consumo y resignificar las viejas prácticas de reciprocidad, en donde junto a otros podemos hacer frente a cualquier adversidad, ambiental, sanitaria e incluso económica.