lunes, 21 de noviembre de 2011

César Ardón: de empresario exitoso en El Salvador a migrante lisiado

Arriaga, Chis., 20 de noviembre. El salvadoreño Julio César Ardón Inglés era un exitoso empresario de transportes turísticos en su país. Tenía 120 taxis y 14 microbuses, pero un día las maras le impusieron una renta mensual de 7 mil dólares, y quebró en siete meses.

Desilusionado y amenazado de muerte, intentó buscar empleo en Estados Unidos; sin embargo, un accidente en el tren en que pretendió atravesar parte de México como indocumentado le costó que le mutilaran la mitad de la pierna derecha, y se convirtiera en un migrante más de los muchos en la estadística de víctimas centroamericanas que no logran llegar al país vecino.

Ardón Inglés, con una visa humanitaria, se recupera en el albergue Casa del Migrante Hogar de la Misericordia, con sede en esta ciudad y dirigido por el sacerdote Heyman Vázquez Medina. El viernes pasado le colocaron una prótesis donada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con la cual espera volver a caminar sin muletas.

En entrevista, recordó que en 2009 uno de los grupos de delincuentes conocidos como maras que operan en El Salvador le impuso una renta (extorsión) de 7 mil dólares al mes, que llevó a la quiebra a su empresa Servicios de Transportes Turísticos.

Salió de su país con 10 mil dólares

Con 10 mil dólares de la venta de su último microbús, partió en febrero pasado a Estados Unidos. Como miles de sus paisanos, contrató un coyote que le cobró 7 mil dólares, pero lo dejó en Guatemala junto con otros migrantes. Después de dos semanas continuó su viaje a Chiapas, guiado por dos hondureños que en Sanatepec, Oaxaca, le robaron el dinero que le quedaba.

Ardón Inglés, licenciado en ciencias de la educación, regresó al albergue de Arriaga, donde estuvo 10 días junto con los hondureños y se empleó en un restaurante. Cuando renunció dos meses después para continuar su viaje, los propietarios le pidieron quedarse. Pero cuando uno sale de su país ya viene con la idea equivocada de que aquí en México no se puede hacer vida.

El 20 de abril siguió su viaje en tren con otros 23 salvadoreños y en la estación de Lechería, estado de México, empleados ferroviarios les impidieron abordar un ferrocarril mientras estaba parado, por lo que caminaron dos kilómetros para intentar subir mientras iba en marcha rumbo a San Luis Potosí.

Hice un intento de colgarme, pero el tren me tiró porque iba rápido; lo intenté de nuevo y me aventó más fuerte y de inmediato sentí un dolor inmenso. No recuerdo lo que pasó y no quise ver qué tenía. Eran las 14:40 horas del 30 de abril, contó.

“Me llevaron al hospital Villeda de Tultitlán, donde me negaron la asistencia médica por ser migrante, pero quiero remarcar que me restablecieron, porque mis signos vitales eran bajos y me hicieron un torniquete para detener el sangrado. Quiero remarcar también la voluntad de los paramédicos de la Cruz Roja Mexicana, que exigían enérgicamente que se me atendiera.

“Ante la negativa, me llevaron al hospital Bicentenario de Tultitlán, donde me negaron toda asistencia; ni una pastilla me dieron por ser extranjero e ilegal. Ahí la discusión de los paramédicos y el personal del hospital fue más fuerte, al grado de que los doctores y enfermeras amenazaban a los paramédicos con que iban a llamar a la seguridad para que los sacaran.!

Julio fue llevado al hospital de la Cruz Roja en Polanco. A las 22:40 llegué con un nivel de hemoglobina de 4.5, lo que significa que me había desangrado, pero estaba consciente; estuve tres días en cuidados intensivos. Al salir supo que se le amputó la pierna derecha, casi a la altura de la rodilla.

Estoy agradecido con la Cruz Roja, quiero dejarlo claro, pero un eslabón importante de esta institución, el servicio social, falló, porque cuando salí de cuidados intensivos lo primero que hizo fue llamar al Instituto Nacional de Migración, y se me negó hacer una llamada, comentó.

Logró que un empleado le prestara su teléfono móvil y se comunicó a Arriaga con el sacerdote Vázquez Medina, quien habló a la embajada salvadoreña en México y a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), la cual inició una investigación sobre la posible negligencia médica en los dos hospitales en los que se le negó la atención médica.

El entonces embajador de El Salvador en México, Hugo Carrillo Corleto, se enteró de que el paciente era Ardón Inglés; acudió en seguida para apoyar y rencontrarse con su amigo y antiguo compañero en la estructura gubernamental de su país.

Por intervención del diplomático no fue deportado y se le brindó atención; además el CICR lo trasladó el 24 de mayo al albergue de Arriaga, donde el entonces cónsul de su país, Rafael Criollo, lo apoyó con los recursos a su alcance.

Después de seis meses y medio, con apoyo del consulado de su país en Arriaga, se le colocó el viernes la prótesis en Tapachula, y espera los resultados de la investigación que realiza la CNDH sobre la falta de atención hospitalaria adecuada. Su idea es no regresar a vivir a El Salvador, sino establecerse en México y tratar de crecer desde abajo, porque aquí también se puede vivir. Me encanta Arriaga