sábado, 25 de agosto de 2007

Princesas de cuento sin final feliz (primera segunda parte)



Han pasado 25 años desde que el heredero al trono británico, Carlos de Inglaterra, contrajera matrimonio con la joven y tímida Diana Spencer en una pomposa boda de cuento de hadas. Diana era una niña cuando conoció a Carlos de Inglaterra, un adolescente, en el Palacio de Sandringham, en el verano de 1965. El amor entre ambos surgió años después en el Palacio de Balmoral, ella tenía 19 años y él 31. Les bastó un año de noviazgo para sellar su amor con una fastuosa boda el 29 de julio de 1981 en la catedral londinense de San Pablo. Carlos de Inglaterra y Diana Spencer, ante el jolgorio de los súbditos británicos, el entusiasmo de los miembros de la familia real -incluida la reina Isabel II- y la mirada de 750 millones de telespectadores, se dieron el “sí, quiero”. Más 3.000 invitados, entre reyes, príncipes, aristócratas y personalidades como la entonces primera dama de Estados Unidos, Nancy Reagan, acompañaron a los novios, en un día declarado fiesta nacional en el Reino Unido. Tras la ceremonia religiosa, ya como marido y mujer, Carlos, de 32 años, y Diana, de 20, se subieron entre los aplausos y clamores del cortejo popular a una carroza tirada por caballos, abriéndose paso hacia al palacio de Buckingham, donde tuvo lugar el banquete nupcial. Fue ese el momento que pasó a la historia: la imagen de los dos jóvenes que se creían enamorados en un carruaje, bajo el cielo azul y entre miles de seguidores, copó al día siguiente las portadas de la prensa de todo el mundo. La boda de Carlos de Inglaterra con Diana de Gales fue un enlace real, donde no faltaron los fuegos artificiales, el paseo en carroza y el delirio del millón de curiosos en las calles de Londres que se rindieron ante una veinteañera radiante, llamada a una vida feliz junto a su príncipe. Al año siguiente, los Príncipes de Gales fueron padres de su primogénito, Guillermo, y dos años después, nació su segundo hijo, Enrique. El amor entre ambos no duró mucho, pronto aparecieron desavenencias. Once años después de aquella pomposa boda, el primer ministro británico, John Mayor, anunció la separación legal de los príncipes de Gales. El 28 de febrero de 1996, Diana aceptó el divorcio y recibió una compensación económica de 17 millones de libras, además de residir en el palacio de Kensington y tener libre acceso para ver a su hijos. Perdió el tratamiento de alteza real. En agosto de 1997, salio a la luz publica la relación que Diana de Gales mantenía con el empresario de origen egipcio "Dodi" Al Fayed, con quien Diana compartió sus últimos días antes de morir en un aparatoso accidente de tráfico en el túnel de la plaza de Alma de París junto a "Dodi". DE LA POMPOSIDAD A LA SENCILLEZ.De protagonizar la boda del siglo en 1981 con la joven y adorada Diana de Gales, el príncipe Carlos de Inglaterra se casó en segundas nupcias en una discreta sala de ayuntamiento con Camilla Parker Bowles el 5 de abril de 2005. No hubo beso en público ni celebraciones callejeras, pero el enlace del príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles dio luz verde a su amor, después de tres década escondido. Las nupcias marcaron, además, un punto y aparte en la historia de la Familia Real más famosa del mundo. Enamorados durante más de tres décadas, Carlos, de 57 años, y Camilla, de 58, por fin se pudieron casar. Fue un final feliz para una historia oscurecida durante años por el "fantasma" de la difunta princesa Diana de Gales, ex esposa del príncipe, que culpó a Camilla de su ruptura con Carlos al pronunciar la famosa frase: "Eramos tres en este matrimonio algo concurrido". Sin grandes carantoñas, el príncipe de Gales, ataviado con chaqué, y la duquesa de Cornualles, rutilante con un vestido color perla, salieron del Consistorio tomados del brazo y convertidos en marido y mujer: el sueño de sus vidas. Con ese pequeño pero significativo gesto, la pareja, separada por el rigor protocolario en tantos actos oficiales, confirmó al mundo el triunfo de un amor que sobrevivió más de treinta años a todo tipo de presiones. Pero disfrutar de ese día costó a Carlos y Camilla más de un quebradero de cabeza, debido a una larga lista de contratiempos que ensombrecieron los preparativos de los esponsales. El príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles tuvieron que escuchar las continuas dudas de los expertos sobre la legalidad de que un miembro de la Familia Real se casara por lo civil y sobre si Camilla sería o no reina cuando su marido ocupe el trono. Además, la pareja se vio obligada a cambiar la primera sede de la boda, el suntuoso castillo de Windsor, por el sencillo Ayuntamiento de esa localidad, tras reparar en que su enlace en el recinto real permitiría a cualquier plebeyo casarse en el futuro en el castillo. A pesar de todo, la pareja logró su ansiado objetivo y la formalización de su relación parece contar ya con el beneplácito de los británicos, tradicionalmente devotos de Diana de Gales y con escasa simpatías por Camilla, según se desprende de los sondeos de opinión. La propia reina Isabel II, que durante años mantuvo un trato tirante con Camilla, dio su aprobación al matrimonio en el banquete nupcial, donde llegó a decirle a su primogénito que está "a salvo con la mujer que ama".