miércoles, 16 de enero de 2008

La reforma judicial: una pesadilla kafkiana

El 22 de diciembre del año recién concluido recibí de mi amigo B un correo electrónico. Lo leí con estupor. Ese día en la madrugada, él y su hermano V habían sufrido en su domicilio de Monterrey una experiencia aterradora que podría calificarse de kafkiana, pero con una diferencia, que hace aún peor las cosas: los “vigilantes” del orden no entraron pacíficamente a un domicilio ajeno para arrestar a una persona inocente, como sucede en El Proceso; no, en nuestro país la policía irrumpe con violencia en hogares de gente inocente, la golpea y la atraca.
Ese 22 de diciembre, 12 elementos armados de la Policía Federal Preventiva (PFP) entraron abruptamente en el domicilio de mis amigos. Tras vencer la puerta de una patada, encontraron a B despierto utilizando su computadora. Le propinaron un cachazo en el rostro. Lo tiraron al suelo boca abajo, le patearon un costado y le pisaron la nuca. Después fueron por V. Lo despertaron a punta de cañón. Lo tiraron al suelo. Los dos boca abajo recibieron una sarta de insultos y amenazas. La inspección de la casa se realizó con brutalidad. Buscaron drogas. No encontraron nada. Sólo libros y más libros (V es doctor en letras y B es maestro en historia), que fueron a dar al suelo. Abrieron boquetes en la pared. Convencidos de que no hay nada, irrumpieron en el departamento contiguo. No había nadie. Causaron destrozo y medio. Tampoco encontraron nada. Atracaron. Para B y V la pesadilla continuó: los encapuchados regresaron a su departamento para llevárselos arrestados. Opusieron resistencia. Pero ante las armas de la PFP se doblegaron. Los subieron a la camioneta. Los 12 encapuchados se rindieron ante la evidencia de que habían cometido un error. En seguida los dejaron ir.
Los traficantes de drogas que ellos buscaban habitan otro domicilio. Uno que seguramente nunca encontrarán. Quizás porque ni les interese. Mientras tanto, los delincuentes de la PFP ya se habían llevado esa noche su botín: se robaron dos laptops –indispensables herramientas de trabajo de B y V–, un iPod, un teléfono inalámbrico y 7 mil 300 pesos en efectivo.
Gracias a la reforma judicial, ahora ya no sólo habremos de temer que nos asalten los delincuentes, sino también a que cualquier día irrumpa la policía en nuestro hogar, nos golpee y nos robe. ¡Así está logrando el presidente ilegítimo un país más seguro!
José Antonio Salinas