sábado, 26 de junio de 2010

DOCUMENTO PARA EL ENCUENTRO SINDICAL NUESTRA AMERICA CAPITULO MEXICO.‏

AL RESCATE DE LA NACIÓN MEXICANA.

Por Salvador Castañeda O´connor.

Compañeras y compañeros:

Agradezco a los organizadores de este Encuentro, y en especial al glorioso Sindicato Mexicano de Electricistas, por darme la oportunidad de hablar ante Ustedes.

Como bien lo dice el Subcomandante Marcos: el neoliberalismo es una guerra mundial. No recuerdo si la cuarta, pero que en mi opinión ha destruido instituciones, Naciones y Estados en beneficio del capitalismo monopolista trasnacional, con el objeto de que los monopolios dispongan de todo el globo terráqueo para sus operaciones de especulación, explotación, saqueo y rapiña, sin que alguna autoridad les fije reglas o condiciones para sus actividades.

En el llamado “Estado de Derecho”, contrariamente a lo que se supone, han sido desmantelados los sistemas constitucionales y legales para que operen únicamente las leyes del mercado.

Ciertamente que el neoliberalismo, como teoría general, cayó en descrédito cuando los Estados del llamado primer mundo tuvieron que intervenir en el rescate de importantes empresas industriales y financieras, pero la abstención estatal en los procesos económicos fue concebida especialmente para someter a los llamados países en desarrollo.

El neoliberalismo es la guerra económica contra los trabajadores y la mayoría de la población. No hace falta hablar del desempleo, del deterioro alarmante de los salarios, de la miseria y de la marginación, baste decir que 20 millones de mexicanos no tuvieron para comer el día de hoy, según lo reconoció recientemente el gobierno.

En el ensayo denominado “Transnacionalización y Desnacionalización” elaborado hace poco más de 10 años por Rafael Cervantes Martínez y otros científicos cubanos se dice:

La transnacionalización de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales de los Estados imperialistas constituye una auténtica cruzada contra los principios de soberanía, autodeterminación e independencia de los Estados nacionales…En la medida que el poder económico incrementa su fuerza coercitiva directa y se concentra y trasnacionaliza el poder, incluida la maquinaria militar y la fuerza pública, el capitalismo alcanza la forma de organización política más antidemocrática de su historia…El carácter antidemocrático del sistema capitalista se manifiesta aún de manera más aguda en los países dependientes, cuyos habitantes van dejando de ser ciudadanos de uno u otro país, por consiguiente súbditos de aristócratas burgueses nacionales, para subordinarse, a través de múltiples mediaciones, a una oligarquía financiera que ejerce su dominio (desde el exterior) con marcado desdén a los símbolos patrios, las lealtades históricas, las tradiciones culturales y la idiosincrasia de los pueblos…. La curva de dependencia política nos muestra casos de Estados que constituyen francas sucursales políticas del imperialismo…

En mi opinión estos procesos desnacionalizadores a que se refieren los analistas cubanos no pueden ser evitados aún cuando se lo propusieran Slim y sus congéneres, porque a pesar de sus enormes fortunas, no resultan ser competitivos frente a la oligarquía extranjera en su conjunto.

Se le reconozca o no expresamente, uno de los dogmas fundamentales del neoliberalismo es que ya no existe la lucha de clases a nivel nacional o internacional, por lo que no hace falta que la clase obrera en particular y el proletariado en general cuenten con instrumentos de lucha, con organizaciones adecuadas para desplegar batallas en el terreno ideológico, político o económico. Si ya no existe la lucha de clases, concluyen los neoliberales, son totalmente innecesarios los partidos de la clase obrera y los sindicatos de trabajadores.

Los proletarios son, cuando mucho, consumidores que deben ser auxiliados formalmente por organismos como la PROFECO, tan inútil como las fundaciones caritativas y altruistas, que no pueden siquiera atemperar las monstruosas desigualdades que existen en nuestro país, donde Carlos Slim, por ejemplo, gana en un día lo que un trabajador de salario mínimo podría ganar en 15 mil años.

Esa es la razón por la cual se impide en nuestro país, desde hace muchos años, el registro legal de cualquier partido que se reclame de la clase obrera y que postule como su objetivo fundamental la construcción del socialismo. Esa es la razón por la cual también son controlados o destruidos los sindicatos de trabajadores de manera violenta y arbitraria. Esa es la razón por la cual el derecho de huelga consagrado por nuestra Constitución ha sido convertido en un delito que, en ocasiones se castiga hasta con la muerte, como puede suceder cuando la fuerza pública desaloja a los huelguistas de sus centros de trabajo. En Cananea están en marcha averiguaciones previas y procesos penales en contra de los mineros.

De acuerdo con este dogma ya no hace falta que las naciones dispongan de aquellos instrumentos legales y económicos de que han echado mano tradicionalmente en su lucha contra el imperialismo y por el desarrollo económico independiente, que tenga como objetivo elevar sistemáticamente los niveles de vida de la población.

A los pobres de la tierra no les queda más remedio que emigrar hacia las metrópolis, pero ni eso les permiten las acciones xenofóbicas ilegales o legales que se organizan en su contra. La indignante legislación de Arizona, sería causa suficiente para denunciar el Tratado de Libre Comercio si este país estuviera gobernado por mexicanos, porque dicho instrumento es la causa principal de los grandes flujos migratorios de compatriotas a los Estados Unidos.

Tampoco es necesario que existan los Estados-Nación, ni que las naciones puedan auto-determinarse y sean soberanas dentro de sus respectivos territorios y en el escenario internacional.

En el orden de nuestras prioridades los mexicanos debemos luchar por el rescate de la Nación, devolviéndole el territorio, los recursos naturales, bienes materiales y culturales de que ha sido expropiada; reivindicando su derecho de autodeterminación y de formar un Estado.

Cualesquiera que sean nuestros métodos de lucha, primero debemos establecer con claridad quiénes seguimos formando parte de la Nación, quiénes son sus enemigos y quiénes sus aliados.

Respecto a la pérdida de la nacionalidad, nuestra Constitución es muy limitada. En el pasado el traidor a la Patria podía perder hasta la vida, hoy ya no pierde ni la nacionalidad, según reformas que promovieron nuestros gobernantes para ponerse a salvo, pero condenando a la Nación a cargar con el lastre de sus propios enemigos.

La realidad impone una serie de causas por las cuales no pueden seguir siendo mexicanos quienes trabajan permanentemente en contra de la Nación, traicionándola o sometiéndose a un país extranjero.

Creo sinceramente que:

No deben formar parte de la Nación sus enemigos históricos y actuales, los dueños y administradores de los grandes monopolios imperialistas y los agentes que en su nombre operan en México.

No deben formar parte de la Nación aquéllos que, diciéndose mexicanos, se han enriquecido a costa del patrimonio nacional.

No deben formar parte de la Nación los gobernantes que, diciéndose sus representantes, prevarican, la traicionan y sirven a los intereses de sus enemigos.

En nombre de la Nación se cometen cosas absurdas:

En las iniciativas de Ley que en dos momentos distintos presentaron al Congreso de la Unión Ernesto Zedillo y Vicente Fox para privatizar la industria eléctrica, ambos pretendieron justificarse diciendo que ello traería enormes beneficios a la Nación.

Estas propuestas tenían el objeto de despojar a la Nación de buena parte de su riqueza, sólo para “aligerarle” el peso de su carga patrimonial.

Se trataba, en la práctica, de expropiar a la Nación en beneficio de monopolios extranjeros, poniendo al revés la Constitución General de la República, que autoriza a la Nación a imponerle modalidades a la propiedad privada y a expropiarla inclusive, por causa de utilidad pública.

Se trataba de entregarle al extranjero la electricidad y, con ella, las llaves de nuestro desarrollo nacional y todo a nombre y beneficio de la Patria que pretendían representar.

En ambas ocasiones el Sindicato Mexicano de Electricistas organizó y encabezó importantes movilizaciones de trabajadores y del pueblo para obligar al Congreso de la Unión a mandar al archivo las iniciativas presidenciales, evitando el atraco.

Puede decirse sin alguna duda y sin hipérbole que gracias al SME y a su consigna: “LA PATRIA NO SE VENDE, LA PATRIA SE DEFIENDE”, los mexicanos somos dueños todavía de buena parte de la industria eléctrica.

Fue el SME, no el gobierno, quien en esos eventos representó y defendió los derechos de la Nación.

Los comunistas supimos con indignación de los actos de revanchismo del gobierno de Felipe Calderón que asaltó militarmente las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, decretó la desaparición de esta compañía, sin tener facultades ni derecho, y dejó sin empleo a 44 mil trabajadores, alegando cínicamente que lo hacía en beneficio de los intereses de la Nación.

Este acto cruel y arbitrario que tiende a desaparecer a un sindicato combativo y emblemático y a continuar con el proceso privatizador de la industria eléctrica, ha sido calificado correctamente como un golpe de Estado, pues ha roto el orden constitucional en materia de los derechos que corresponden a la Nación, lo mismo que en materia de aquéllos que corresponden a los trabajadores.

Este golpe de Estado no sólo daña al SME sino a todos los sindicatos independientes y también a aquéllos que no lo son. No sólo daña a una empresa del sector público sino a todo el sector. No sólo daña a los electricistas sino a todos los trabajadores del país. No solo daña a algunos mexicanos, sino a toda la Nación en su conjunto.

Dos hechos recientes comprueban mis afirmaciones:

Utilizando argucias legaloides como las empleadas por el chacal Victoriano Huerta para asumir el poder después de asesinar al Presidente Madero, el gobierno, la madrugada del día 7 de junio, cargó con la fuerza pública federal a su mando sobre los mineros de Cananea para desalojarlos de la histórica mina, atropellando su derecho a la huelga, con base en un laudo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, confirmado por el Poder Judicial Federal, que sostiene el argumento absurdo de que la huelga es una causa de fuerza mayor que da lugar al rompimiento de las relaciones de trabajo individuales y colectivas. Este gobierno, que no puede mandar ni hacerse obedecer sin una pistola en la mano, olvidó que el derecho de huelga nació precisamente en Cananea y que forma parte del orden público que los mexicanos nos dimos en 1917.

Simultáneamente, y del mismo modo arbitrario y violento, el gobernador de Coahuila desalojó con la fuerza pública a los rescatistas voluntarios de los mineros atrapados y muertos en Pasta de Conchos cuando estaban a unos cuantos metros de localizar las osamentas de las víctimas, después de arduos trabajos que se prolongaron por más de año y medio y de hacer cuantiosos gastos con recursos que les proporcionó la solidaridad obrera y popular.

Por esa razón, la primera propuesta que quiero hacer ante este foro plural y unitario es que mantengamos con firmeza la lucha en defensa del Sindicato Mexicano de Electricistas, de los mineros de Cananea, de las viudas de Pasta de Conchos y de todos los trabajadores, hasta que cesen los efectos de estos golpes de Estado, que aquí se producen cada 8 días, y se castigue a los golpistas.

Las naciones en el mundo fueron producto de la lucha de clases. Surgieron y se desarrollaron porque las fuerzas del progreso se impusieron sobre los partidarios del sistema feudal y del oscurantismo.

La Nación Mexicana nació sin el concurso de la burguesía, aún cuando los insurgentes y los liberales se inspiraran en las ideas de las revoluciones democrático-burguesas de Europa y Norteamérica.

La burguesía nacional fue quien le dio programa y dirección a la revolución mexicana (1910-17) y no puede negarse su contribución, en su etapa de ascenso revolucionario, a la construcción y consolidación de la Nación mexicana, pero los verdaderos artífices de los cambios que hicieron de México un país tan grande, que aún existe a pesar de la voracidad de los neoliberales, fueron los obreros, los campesinos y los pueblos indígenas bajo la conducción de Ricardo Flores Magón, de Pancho Villa y de Emiliano Zapata.

Las huelgas de los obreros de Bellavista, en Nayarit, y Rio Blanco, en Veracruz, así como la de los mineros de Cananea, son consideradas con justicia como las precursoras de la revolución. Buena parte de la Constitución de Querétaro está inspirada en las ideas de Ricardo Flores Magón y el programa de su Partido Liberal.

Francisco Villa y su División del Norte le rompieron el espinazo al ejército porfirista mientras que Emiliano Zapata, con su lucha abnegada, siempre dispuesta al sacrificio, obligó a que la reforma agraria y los derechos de los campesinos y las comunidades indígenas fueran tratados con seriedad por el nuevo régimen que surgía.

Fue la clase obrera, bajo la dirección de Vicente Lombardo Toledano, la que creó las condiciones legales y políticas para que se produjera la expropiación petrolera, decretada por el presidente patriota Lázaro Cárdenas, por la cual la Nación mexicana se consolidó, haciéndose reconocer y respetar por el mundo entero.

La clase obrera y el Sindicato Mexicano de Electricistas jugaron un papel fundamental en la nacionalización de la industria eléctrica.

Ahora que la burguesía ha claudicado y trabaja para los intereses de los monopolios nacionales y extranjeros, serán como siempre, los obreros, los campesinos y los indígenas, los que sostengan y defiendan los intereses de la Nación mexicana, porque son sus propios intereses.

Las nacionalizaciones y las empresas del sector público no tienen sentido si las administra el gobierno, que sólo existe para servir al imperialismo.

Hemos afirmado que todas las tierras deberían ser entregadas a los pueblos indígenas y a los campesinos de Atenco, que son los únicos que las cuidan y las defienden.

Hemos dicho que el petróleo y la electricidad deben entregarse para su correcta administración a la clase obrera.

La segunda propuesta que quiero hacer a esta asamblea plural, unitaria y combativa de organizaciones sociales, sindicales y políticas es la de que nos levantemos con valor y gallardía, apretemos el puño y digamos con el General Ignacio Zaragoza: ¡Nosotros tenemos una Patria que defender!

Nuestra Nación no necesitó de la burguesía para nacer, ni la necesita hoy, por el contrario, le estorba.

Los mexicanos necesitamos asegurar el presente y el futuro de la Nación mexicana, pero no como una Nación burguesa si no como una Nación de los trabajadores de la ciudad, el campo y el mar, dirigidos por el pensamiento vigoroso de Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Ricardo Flores Magón, Pancho Villa Emiliano Zapata y por la ideología de la clase obrera.

Para conseguir estos objetivos necesitamos tomar acuerdos trascendentales, porque no podemos seguir comportándonos como si nada pasara en este país.

Yo no propongo que abandonemos la lucha por las reivindicaciones actuales de los trabajadores, aún cuando vivimos la época del más feroz revanchismo burgués que pretende borrar todas las conquistas logradas por el movimiento obrero en el pasado, pero debemos ser conscientes que nada importante se puede lograr para elevar la vida de los mexicanos si no destruimos el sistema capitalista.

Por esa razón propongo, y ésta es mi tercera sugerencia, que las organizaciones sindicales, sociales y políticas aquí reunidas nos convirtamos en centros de agitación política y de resistencia de los trabajadores que se propongan arrojar a los burgueses del poder. Convertir a nuestros sindicatos en centros de conspiración y de acciones revolucionarias.

Hay que tener plena conciencia de que si la oligarquía financiera, el imperialismo y este gobierno de sinarquistas, sometido totalmente a los intereses monopólicos, destruye al Sindicato Mexicano de Electricistas, habrá destruido a todo el sindicalismo independiente. No podríamos seguir luchando por reivindicaciones imposibles de lograr en un sistema como el actual, a menos que cambiemos radicalmente nuestros métodos de trabajo.

En todo caso, tenemos que darle la mayor prioridad a la lucha política para reconstruir a la Nación mexicana, devolviéndole su patrimonio y sus derechos políticos, sobre todo, su derecho a la autodeterminación y a formar un Estado, que ya no será de algún modo un Estado burgués, si no un Estado de los trabajadores.

Si el Gobierno y sus instituciones son los que dañan y destruyen a los sindicatos, debemos acordar aquí, y esta es mi cuarta propuesta, nuestra ruptura con el sistema y con este gobierno. Que las organizaciones que no tienen registro en la Secretaría del Trabajo ya no lo busquen más y que los sindicatos que ya tienen registro renuncien a él, por inconstitucional y por ser un instrumento de control que el gobierno ejerce sobre tales organizaciones.

A las agresiones del gobierno no podemos responder con acciones dramáticas y espectaculares, como si fueran reflejos condicionados, sino con una actividad cotidiana y perseverante que genere las condiciones subjetivas para enterrar boca abajo al capitalismo.

La única fuerza que tienen los trabajadores es su unidad y esta fuerza hay que hacerla valer en la lucha contra los patrones, sin esperar que del gobierno nos venga algún auxilio o tutela.

Tenemos que ir a la huelga, por ejemplo, sin someternos a la mediación o conciliación de las autoridades del trabajo. Si éstas últimas declaran inexistente dicha huelga, nosotros responderemos que, efectivamente, ya terminó el estado de huelga y que lo que se ha iniciado es la apropiación de esa empresa por parte de sus trabajadores.

Al capitalismo sólo se le derrotará cuando el proletariado se apropie de los medios e instrumentos de la producción económica y del cambio.

Finalmente propongo que vayamos a Venezuela al III Encuentro Sindical Nuestra América como una delegación unificada que proponga la formación de una confederación de trabajadores de América Latina y del Caribe, como aquélla que tan brillante papel desempeñó en la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.

Hoy la globalización neoliberal nos impone la necesidad de crear una fuerte organización internacional de trabajadores en nuestra región.

Seguramente que en Caracas encontraremos a los verdaderos aliados de la Nación mexicana, como son los trabajadores de América y del mundo.

Muchas gracias por escucharme.

México, 19 de junio de 2010

Salvador Castañeda O´Connor.