lunes, 14 de enero de 2008

ALERTA EIR.‏


Servicio de Alerta de EIR
No 1, 12 de enero de 2008

La realidad del desplome "se filtra" al Banco de México y Hacienda
Empezará a emerger una bancarrota del orden de billones de dólares
El sistema financiero está muerto ¿Y ahora qué?
Citigroup busca fondos de emergencia
La realidad del desplome "se filtra"
al Banco de México y Hacienda
En un seminario organizado por la asociación de ex alumnos del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), el viernes 11 de enero, Guillermo Ortiz Martínez, gobernador del Banco de México, se refirió a la crisis financiera internacional calificándola de "situación sin precedente". Según Guillermo Ortiz, "el problema se originó en los últimos 2 o 3 años", pero "hay una gran opacidad" sobre lo que está pasando. "Se calcula que un grupo de 20 bancos tienen en balance 400 mil millones de dólares de estos productos de subprime [hipotecas de alto riesgo] y otros 400 mil millones fuera de balance. Las pérdidas varían entre 80 mil y 90 mil millones, pero las estimaciones del Fed [Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos], hechas hace dos o tres meses, se quedaron muy muy cortas ", sintetizó el gobernador del Banco de México.
Ortiz Martínez consideró que "el panorama cambia todos los días", aunque "las expectativas se deterioraron aún más en las recientes semanas", y "la probabilidad de recesión en Estados Unidos ha aumentado", al grado de que tres de las más importantes corredurías –entre ellas Merrill Lynch y Goldman Sachs– "la dan como un hecho", en un contexto de un "panorama de gran incertidumbre sobre lo que puede ocurrir en el mercado financiero de Estados Unidos en 2008 y su impacto en la economía real."
Por su parte, Agustín Carstens se mostró menos dispuesto a aceptar una dimensión grande para la crisis financiera y su efecto en la economía y se concentró en afirmar que la economía mexicana tiene la solidez suficiente para contrarrestar los efectos de "la desaceleración" de la economía de Estados Unidos.
Sobre la caída de la economía de EU, Carstens dijo que "lo que se puede decir" es que "sí hay tendencia a la baja" y "mucha incertidumbre sobre la severidad" de ella. Para Carstens, lo primero es saber "qué tan extensa y profunda será la desaceleración [en EU]", para después "determinar la fortaleza de la economía mexicana para atenuar el impacto".
Desde luego, quizá por convicción propia, pero seguramente como encargado de la política financiera del gobierno de Felipe Calderón, quien hace semanas proclamó que "pase lo que pase en Estados Unidos" en México "no habrá crisis", está obligado a resguardar ese "discurso" al asegurar que "estamos entrando a este proceso de turbulencia con una economía fuerte y esto contrarrestará las presiones negativas que se presenten del exterior".
Para Carstens, "la fortaleza" de la economía mexicana consiste en una solidez macroeconómica y financiera; política fiscal anticíclica (que se fortalecerá con ingresos petroleros de al menos 63 por ciento mayores a los presupuestados), un programa de inversión en infraestructura de 500 mil millones de pesos y un sistema financiero "sano y consolidado", donde todos los componentes del crédito bancario al sector privado se expanden a tasas elevadas.
En los habituales giros semánticos doctorales, ambos expresaron su deseo de que la crisis económica de Estados Unidos no sea tan profunda como empieza parecer y hablaron de la "capacidad de rebote" y otras extrañas fuerzas que supuestamente operan al interior de los procesos económicos.
Empezará a emerger una bancarrota del orden de billones de dólares
Pero para decepción de Guillermo Ortiz y muchos otros que fundamentan sus esperanzas, y aún ilusiones, en estimados de la Reserva Federal que "se quedaron muy, muy cortos", los que ahora tiene el gobernador del Banco de México en unas cuantas semanas más aparecerán, de nuevo, como "muy, muy cortos". El mismo 11 de enero, un experimentado banquero europeo le dijo a EIR que "los problemas de 2008 son de un orden de magnitud completamente diferente de los que vimos en 2007". Entramos en un periodo en el que los grandes bancos y empresas financieras, después de haber anunciado pérdidas en el cuarto trimestre de 2007 de acuerdo a sus supervisiones internas, ahora están abriendo sus libros a auditores externos quienes están encontrando valores distintos a los que habían anunciado previamente. Así, dijo el banquero, podemos esperar una serie de balances agravados, incluyendo bancarrotas legales de bancos y empresas financieras.
Mientras que las pérdidas calculadas oficialmente por los bancos centrales están en el orden de cientos de miles de millones de dólares, las reducciones de valor rondan los 3 billones de dólares (millones de millones), dijo la fuente de EIR. Esto es lo que está empezando a emerger ahora.
Esta dimensión es lo que se debe tomar como el contexto real en el que se han difundido informes y rumores de pérdidas "nuevas" de unos 40 mil millones de dólares adicionales para empresas como Citigroup y Merrill Lynch.
Sin embargo, los señalamientos de ese tipo sólo son los aspectos salientes en la superficie de una convulsa dinámica que subyace a esa superficialidad.
El sistema financiero está muerto
¿Y ahora qué?
2007 fue un año de grandes cambios en el sistema financiero global, el más importante es que el casino de deudas impagables y de fantasías financieras extracontables finalmente se quebrantó, exponiendo cómo las ramificaciones de ese desplome se difunden a todo el planeta. El pasado fue el año en el que, rápidamente, la llamada "crisis hipotecaria de alto riesgo" reveló una "crisis de restricción crediticia" para, finalmente, hacer aflorar una crisis de solvencia del sistema bancario internacional mismo. También fue el año en que los bancos centrales pasaron de sus bravatas sobre la disciplina en los mercados y de permitir que los especuladores asumieran sus pérdidas, al lanzamiento de esquemas de refinanciamiento cada vez más desesperados para evitar que todo el sistema caiga en una parálisis absoluta y, consecuentemente, en un desplome generalizado
Ya entrados en el 2008, la defunción del proceso de crear instrumentos financieros combinando otros activos para venderlos a los inversionistas ("securitization" en inglés) impactará la economía y la vida de los estadounidenses en formas que muy pocos han considerado. La deuda se encuentra en el corazón mismo de la economía estadounidense; para los hogares, las empresas y el gobierno a todos sus niveles, endeudarse hace mucho que se convirtió en condición para la vida. El endeudamiento, su emisión y administración, se ha convertido quizá en el mayor negocio de ese país, y ese es un negocio que ya murió.
Lo que murió no es la necesidad de tomar préstamos. Dada la bancarrota del sistema bancario, el aumento en los precios de los alimentos, la energía y otros bienes, y la caída en el ingreso de la mayoría de los estadounidenses, la necesidad del endeudamiento es mayor que nunca. Lo que se murió es el mecanismo que posibilita la emisión de vastos montos de deuda, la capacidad de convertir esa deuda en "activos" y moverla al mundo de las finanzas extracontables. Lo que se quebrantó es el mecanismo de emisión de deuda.
Ese juego de "securitization" se acabó y su muerte desencadenará efectos desastrosos para la capacidad de la economía para financiarse con deuda. La ola de bancarrotas que hasta ahora hemos visto no son más que una pequeña probadita de lo que está por venir en la medida en que el desplome termine de derrumbar esos puentes por los que la deuda se sacaba hacia el reino de la fantasía financiera extracontable y las pérdidas fluyan inexorablemente hacia las hojas de balance de los bancos comerciales, los bancos de inversión, las empresas aseguradoras y otras instituciones financieras, y a la vida de las personas.
Con la "sequía" en los mercados para todo tipo de instrumentos de "securitization", el problema de refinanciar la montaña de deuda existente se ha colocado en el centro de la escena. Sin nuevo crédito, las deudas no pueden refinanciarse con lo que los incumplimientos aumentarán haciendo estallar no sólo los mercados de deuda sino también el mercado de créditos derivados.
Los bancos centrales están desesperados tratando de comprar tiempo y ver que pueden hacer. Las inyecciones de liquidez, como operaciones de rescate, están diseñadas para preservar el valor ficticio de los activos relacionados a las hipotecas reduciendo con ello la necesidad de vender tales instrumentos por parte de sus tenedores.
La naturaleza de este problema se reveló el verano pasado cuando Merrill Lynch y Lehman Brothers trataron de vender el colateral que habían aceptado de fondos de apuestas compensatorias de Bear Stearns en problemas, sólo para encontrarse con ofertas de compra de 20 centavos por cada dólar de valor en libros. Al establecer esa depreciación de mercado, los bancos redujeron el valor de todos los instrumentos financieros similares, desencadenando un círculo vicioso de rebajas en el valor de los activos. Como los tenedores de esos "activos" redujeron su valor, el valor neto de ellos mismos se redujo obligando a sus acreedores a emitir contratos de opciones, lo cual, a su vez, produjo otra ronda de ventas de activos para obtener liquidez para pagar a los acreedores.
Parece que los bancos centrales están tratando de aliviar este problema tomando mucho de ese papel malo como colateral para los préstamos que éstos están haciendo; por eso es que ahora se habla de que los bancos centrales se han convertido en "compradores de último recurso" para proteger a los bancos. La insolvencia del sistema bancario se está discutiendo abiertamente en los medios, reflejando las discusiones en círculos más altos de la política y las finanzas.
"Casi con certeza, los gobiernos tendrán que intervenir directamente para establecer un piso a los valores hipotecarios, subscribiendo conillos la solvencia, al igual que la liquidez, de los bancos. . . La intervención gubernamental se hará inevitable para suscribir la solvencia, al igual que la liquidez, de los bancos", escribió Anatole Kaletsky el 17 de diciembre en el Times.
El comentario de Kaletsky se publicó un día después de que el ex gobernador de la Reserva Federal, Sir Alan Greenspan, declaró a This Week de la televisora ABC que el gobierno federal ayudaría directamente a los propietarios de vivienda amenazados de embargo.
John Dizard del Financial Times escribió el 17 de diciembre que una de las características clave del mecanismo de subastas establecido por la Fed era la creación de líneas interbancarias para operaciones de canje de valores (swaps) que le permiten al Banco Central Europeo (BCE) y otros bancos centrales atraer dólares de la Fed. Dizard sugiere que como el BCE no tiene las restricciones que la Fed en el tipo de colateral que puede aceptar por sus préstamos, el mecanismo permite a los bancos centrales comprar activos deteriorados denominados en dólares para eludir la necesidad de venderlos en el mercado abierto.
Steven Pearlstein en el Washington Post dijo algo más de lo mismo el 19 de diciembre, en el sentido de que la inyección de liquidez del BCE "no fue sólo de 500 mil millones de dólares, sino de 500 mil millones de dólares prestados contra casi cualquier colateral, incluyendo pagarés escritos a mano por el Tío Ludwig en Dusseldorf".
El problema con obstaculizar esta espiral viciosa de desvaloración de activos fue abordado por Paul Tucker, director de mercados del Banco de Inglaterra, quien lo calificó de "círculo vicioso", y por el director de la Reserva Federal de Nueva York, Tim Geithner, quien advirtió de una "dinámica adversa que se refuerza a sí misma". Estos comentarios fueron reportados por Ambrose Evans-Pritchard el 23 de diciembre en el Sunday Telegraph. Evans-Pritchard también dice que la Fed está hurgando en la Ley de la Reserva Federal en busca de atribuciones que la habilitaren como prestamista de último recurso. De acuerdo a un estudio de la Fed de 2004, la Ley de la Reserva Federal le permite a la Fed "prestar directamente a individuos, socios y corporaciones" en "circunstancias inusuales y exigentes", cuando el crédito adecuado no está disponible por parte de otras instituciones bancarias.
La batalla real
Mientras que la muerte del sistema ocurre a la vista de todos, el melodrama de las fichas de dominó que caen y las que se tambalean no es sino la escena visible de una batalla mucho más profunda: la batalla sobre la naturaleza del sistema que emergerá de las cenizas del actual. En ésta, hay quienes tratan de salvar al sistema actual pretendiendo que todavía no ha sucedido lo que ya sucedió y tratan de salvar su riqueza ilusoria; ellos son irrelevantes y sencillamente serán barridos por eventos más allá de su comprensión y control. La batalla real está entre aquellos que saben que el sistema ya se murió y quieren determinar la naturaleza de su reemplazo.
En un lado están las fuerzas en torno a Lyndon LaRouche y el Sistema Americano de Economía Política, quienes quieren poner el sistema financiero en una reorganización por bancarrota, erigir muros de contención para proteger el bienestar general de los ciudadanos, detener el embargo de viviendas y congelar la masa de obligaciones financieras hasta que los valores lleguen a niveles razonables. Las exigencias especulativas y los valores ficticios tienen que ser eliminados, mientras que se protegen los elementos necesarios para el funcionamiento adecuado de la economía y ésta pueda ser reconstruida. La esencia del enfoque de LaRouche es anteponer el bienestar de la población que se debe proteger a toda costa.
En el otro lado se encuentran las fuerzas de la oligarquía financiera internacional organizada en torno al modelo rentista financiero anglo-holandés. Su pretensión es usar la crisis para destruir el poder de los Estados Nacionales y restaurar el poder de los imperios en un mundo dominado por los financieros imperiales y sus carteles comerciales. Para este grupo, la población son comensales inútiles, campesinos desechables y manadas de ganado administrables. Lo que motiva a la oligarquía es el poder, la capacidad de gobernar al mundo para beneficio de una pequeña clase gobernante. En su visión, el estado nacional, en particular los Estados Unidos históricos, usurpó su poder, y lo reclaman para sí. De hecho, ya han dado muchos pasos en esa dirección. Desde luego, existen peleas entre esta jauría, pero lo que tienen en común es más importante que sus diferencias.
El punto que debe entenderse con claridad es que esta es una pelea política más que financiera. El sistema financiero ya está muerto sin posibilidad de ser resucitado, y no existen intentos serios para hacerlo. Los movimientos de los bancos centrales y de los reguladores no pretenden reestablecer la burbuja, sino más bien intentar controlar la desintegración y comprar tiempo para establecer el reemplazo del sistema. El dinero ya se esfumó.
Los movimientos británicos
El centro de este asalto imperial es la City de Londres, que busca abiertamente convertirse en la capital del nuevo orden. Para lograrlo, debe eliminar o, al menos, debilitar severamente a sus rivales, empezando con los Estados Unidos y su centro financiero, Wall Street.
Los británicos adoptaron una visión de largo plazo y empezaron a prepararse años atrás para este desplome. En 1986, en lo que se llamó el "Big Bang", la City de Londres se transformó a sí misma desarticulando su sistema financiero innato mediante lo cual Londres se posicionó como el centro de un nuevo sistema global basado en el comercio y la especulación. La mayoría de los bancos mercantiles a la vieja usanza británica fueron vendidos a socios mejor capitalizados, S.G. Warburg pasó a formar parte de lo que ahora se conoce como UBS; Kelinwort Benson pasó al Banco Dresdner; Hambros a la Société Générale; y Schroeders al Citigroup, para nombrar algunos de los bancos más prominentes. Estos bancos no abandonaron la City de Londres sino que permanecieron para ayudar a atraer bancos extranjeros a Londres. En el camino, Londres se convirtió en el centro financiero del nuevo juego de derivados, mientras que los riesgos y, en últimas, las pérdidas, se centraron en Nueva York, Tokio, Frankfurt y Zurich. La City se posicionó como el casino, obteniendo ganancias del juego de los otros y a través de su red de centros desregulados como las Islas Caimán, atrajeron a sus rivales hacia la trampa.
Ahora la trampa está siendo cerrada. Los británicos están usando sus medios de propaganda, como News Corp de Rupert Murdoch, para asaltar a Wall Street. El lanzamiento de Fox Business y la compra del Wall Street Journal por parte de Murdoch le provee a la City una plataforma para minar la credibilidad de las instituciones estadounidenses.
Empezó con el Citigroup
Ilustrativo de esto último es la crisis que golpeó al Citigroup en noviembre. Empezó con un informe emitido por Meredith Whitney, analista del Imperial Bank of Commerce de Canadá e invitada frecuente de Fox News. Whitney documentó que Citigroup estaba en serios aprietos con una necesidad tremenda de miles de millones de dólares de capital nuevo, y probablemente se fragmentaría en varias partes. El Wall Street Journal lanzó el informe, lo cual resultó (o quizá proveyó la cubierta) en una caída drástica de las acciones de Cirigroup. La crisis llevó a la renuncia de su presidente en cosa de días.
Citigroup recibió otro duro golpe cuando HSBC (el infame Hong Kong & Shanghai Bank de Narcotráfico, S.A. de la Compañía Británica de las Indias Orientales) anunció que estaba incorporando 45 mil millones de dólares en SIVs (vehículos de inversiones estructuradas) en su hoja de balance, obligando al Cirigroup a que hiciera lo mismo. El Citigroup ha sobrevivido pero en una condición de debilidad, y ahora es presidido por Sir Winifred Bischoff, un caballero británico quien se unió al Citigroup cuando éste compró Schroeders.
Los británicos también jugaron un papel importante en tronar a los prestamistas subprime. En marzo, Barclays forzó a la hipotecaria New Century, el mayor emisor de préstamos subrpime en Estados Unidos, a recomprar hipotecas, arrojando a New Century bajo las ruedas del autobús y escalando el desplome de los prestamistas subprime. Barclays, como uno de los principales acreedores, también jugó un papel en el fiasco del hedge fund de Bear Stearns cuando estalló en junio. El asunto no es si los problemas identificados por los británicos son reales –lo son— sino por qué los británicos elegirían exacerbarlos. En crisis financieras previas, tales problemas habrían sido encubiertos por las facciones más interesadas en mantener la ilusión de calma, pero la naturaleza de la batalla ha cambiado. Estamos ahora en la fase final del juego, en la que el causarle el mayor daño a los rivales ha reemplazado a la cooperación. La jauría está ahora peleando entre ellos en una lucha para ver quién sobrevivirá.
Momento para movilizarse
Lo que está desenvolviéndose es algo que nadie ha visto antes. Si prevalecen los planes de los británicos, el mundo descendería a una pesadilla medieval: naciones privadas de las pocas capacidades que les quedan para proteger a sus poblaciones del saqueo imperial, carteles corporativos estafando a la población y los sectores públicos de la manera que Enron lo hizo en California, una nueva edad oscura de austeridad, reducción de la población y caos absoluto, con la City de Londres gobernando sobre la pila de escombros que quedaría.
La ironía es que, como estructura política, el Estado Nacional es muy superior al imperio, de tal manera que las palancas para revertir esta pesadilla están a la mano; el problema es si éstas serán activadas. De ahí la importancia del proceso electoral actual en los Estados Unidos, la victoria del sector político representado por los Clinton en la primaria de New Hampshire y la movilización del liderato más cercano a la población estadounidense para hacer aprobar la Ley de Protección de Bancos y Propietarios de Vivienda del comité político de Lyndon LaRouche, que serán los temas de nuestra siguiente entrega [que esperamos podamos hacer a la brevedad posible]
Citigroup busca fondos de emergencia
Citigroup, el primer o segundo banco más grande del mundo, está en búsqueda de inyecciones de capital para intentar mantener abiertas sus puertas unas cuantas semanas más. Como la mayoría de los grandes bancos, Citigroup es insolvente si sus estratosféricas cantidades de instrumentos especulativos radioactivos se contabilizan adecuadamente dentro de su balance.
El 11 de enero, el Financial Times informó que Citigroup está dando los últimos toques a una operación que le inyectaría 14 mil millones de dólares en capital. Mediante las negociaciones en curso, la mayor parte de esa cantidad, poco más de 9 mil millones de dólares, provendría probablemente de China. La Autoridad Inversora de Kuwait contribuiría con más de mil millones de dólares. Otros dos mil a cuatro mil millones de dólares provendrían de colocación de acciones al público.
El Wall Street Journal escribió una historia semejante el 12 de enero pero diciendo que entre 8 mil y 10 mil millones de dólares provendrían de "un grupo de inversionistas". El WSJ dice que el príncipe saudita Alwalee bin Talil sería parte del grupo de inversionistas y el Banco de Desarrollo de China sería un inversionista más.
Citigroup se está tambaleando: su pérdida en valores por 6,500 millones de dólares en el tercer trimestre de 2007, y para el cuarto trimestre asumirá entre 12,000 y 18,500 millones de dólares. Su capital de aproximadamente 130 mil millones de dólares se está erosionando. A finales de noviembre, recibió una infusión de emergencia por 7,500 millones de dólares de la Autoridad Inversora de Abu Dhabi. A principios de los 1990s, cuando Citibank estuvo en problemas, el príncipe Alwalee bin Talil inyectó dinero al banco; desde entonces su inversión ha crecido en más de 5,000 millones de dólares.
Bajo las condiciones actuales del sistema monetario mundial, las nuevas inyecciones no salvarán a Citigroup, sino que sólo le meterán "dinero bueno al malo".